“Mejor decirlo ahora... nos vemos en un tiempo Edilio”

El hombre que se nos fue, era un mentor generoso que dejó una huella imborrable en muchas vidas en la ciudad de Artigas.
Su pasión por la educación y la cultura era evidente en cada rincón de la biblioteca de nuestro Liceo Departamental, ese liceo que amaba profundamente.

El no solo se limitaba a almacenar libros, sino que creaba un museo viviente que despertaba curiosidad y también la imaginación de todos los que entrabamos.
Recuerdo, como si fuera ayer mismo, los días en los que nadaba en la ignorancia mientras escribía mi primer libro.

El estaba ahí, al lado de un profesor extraño y nuevo en la ciudad, con una taza de café y palabras de aliento y ayuda que actuaban como un faro en todos los momentos de duda de quien se iba a lanzar al público con su narrativa por primera vez.

Y no se limitaba a lo académico, claro que no. era una presencia tranquilizadora que infundía confianza en las pocas habilidades creativas que pensaba que tenía, o creo que tengo, no sé...
Crear un museo en la biblioteca no era solo una tarea para Edilio; era su manera de dar vida a las palabras y conectarlas con la historia, también su historia, llena de desafíos.

Sus relatos sobre los libros y objetos expuestos despertaban el interés en mundos lejanos y épocas pasadas, transformando la biblioteca en un lugar mágico donde la literatura y la historia se entrelazaban.
La noticia de su fallecimiento deja un vacío profundo.

La biblioteca nunca será la misma.
Cada vez que abro las páginas de mi primer libro, no puedo evitar recordar momentos de sabiduría e impulso a superar los desafíos literarios y alcanzar los sueños.

Aunque ya no esté físicamente presente, el legado de Edilio perdura en cada rincón de la biblioteca que transformó con tanto amor.

Su influencia sigue viva en la biblioteca, buscando a Rulfo, al otro Borges, a Quiroga.
Artigas ha perdido a un gran docente y a una gran persona, pero su espíritu perdura.
Descansa en paz, Edilio, y gracias...