
Vapear no es inofensivo: cada vez más estudios advierten sobre sus riesgos para la salud
Salud02/08/2025

Por años, los cigarrillos electrónicos fueron promocionados como una alternativa “más sana” al tabaco tradicional. Hoy, la evidencia científica empieza a desmentir ese relato. Un nuevo estudio encontró altos niveles de metales pesados en varios de los vapeadores más populares del mercado, lo que se suma a un creciente cuerpo de investigaciones que alertan sobre los riesgos reales de esta práctica.
Aunque aún se debate el impacto a largo plazo del vapeo, los indicios son preocupantes. El vapeador, lejos de ser una solución inocua, podría estar incubando problemas cardíacos, pulmonares, adicción y daños neurológicos, especialmente entre los más jóvenes.
“El sentido común te lo diría —tu madre te lo diría—: inhalar una sustancia química sobrecalentada directamente a tus pulmones no puede ser bueno”, afirma James Stein, profesor de medicina cardiovascular en la Universidad de Wisconsin.
Vapear estresa el corazón
Con cada calada de un cigarrillo electrónico, el cuerpo reacciona de inmediato: aumenta la frecuencia cardíaca y se contraen los vasos sanguíneos, lo que a la larga podría provocar hipertensión, arritmias, accidentes cerebrovasculares e infartos. Estos efectos se agravan con el uso diario, frecuente entre adolescentes y jóvenes adultos.
Además, al calentar sus líquidos, los vapeadores liberan sustancias químicas como formaldehído y acetaldehído, ambas potencialmente cancerígenas. Estas toxinas pueden ingresar al torrente sanguíneo, inflamar tejidos y dañar el sistema cardiovascular.
Pulmones en riesgo
El vapeo también compromete la salud pulmonar. Estudios señalan que puede causar inflamación crónica de las vías respiratorias, empeorar enfermedades como el asma y la EPOC, y provocar tos persistente y dificultad para respirar.
Uno de los hallazgos más inquietantes es la presencia de metales pesados como níquel, antimonio y plomo en los aerosoles de los vapeadores. Estas sustancias, asociadas a un mayor riesgo de cáncer de pulmón y daño neurológico, se liberan especialmente en los dispositivos desechables con sabores artificiales.
Aunque hoy no se puede afirmar que vapear cause cáncer, los expertos señalan que la exposición crónica a estas sustancias podría tener efectos devastadores a largo plazo.
El brote de 2019 y otros peligros invisibles
En 2019, un brote en EE.UU. dejó 68 muertos por lesiones pulmonares vinculadas al vapeo de acetato de vitamina E. Aunque este componente ya no se utiliza en la mayoría de los productos, el episodio encendió una alarma mundial.
Otros compuestos, como el diacetilo —presente en algunos vapeadores con sabor—, han sido relacionados con enfermedades graves como la bronquiolitis obliterante, conocida como “pulmón de palomitas de maíz”.
Problemas en la boca… y en el cerebro
Los efectos también alcanzan la salud bucodental. La nicotina reduce el flujo sanguíneo a las encías, lo que puede derivar en infecciones, retracción gingival y pérdida de piezas dentales.
Pero el daño va más allá de lo físico. La adicción a la nicotina es particularmente grave entre adolescentes, cuyo cerebro aún está en desarrollo. Según Pamela Ling, directora del Centro para el Control del Tabaco de la Universidad de California, muchos jóvenes “duermen con el vapeador debajo de la almohada y lo usan apenas despiertan”.
Esta dependencia genera síntomas de abstinencia similares a los del tabaco: ansiedad, irritabilidad, insomnio y depresión. Y el problema se agrava con la llegada de productos más potentes: hay dispositivos que ofrecen hasta 20.000 caladas, el equivalente a 100 paquetes de cigarrillos.
Un mercado que avanza más rápido que la ciencia
A pesar de los riesgos, la regulación del vapeo ha sido lenta e insuficiente. En EE.UU., el cierre de unidades especializadas en tabaquismo y los recortes presupuestarios complican la investigación y prevención.
Mientras tanto, el consumo crece. En 2024, el 8% de los estudiantes de secundaria estadounidense declaró haber vapeado en el último mes. Y aunque el vapeo sigue siendo menos frecuente que fumar cigarrillos en adultos, su uso entre jóvenes es significativamente más alto.
Conclusión: ni inocuo, ni controlado
A diez años de su auge, el vapeo ya no puede considerarse una opción “segura”. Aunque su perfil tóxico es distinto al del cigarrillo tradicional, la evidencia acumulada revela que también implica graves riesgos para la salud.
Los expertos coinciden en un mensaje claro: la mejor opción es no empezar a vapear, y si ya se inició el hábito, buscar ayuda profesional para dejarlo. Porque la promesa de una alternativa más sana al cigarrillo, en muchos casos, resultó ser solo una nueva trampa para la salud.


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