El Trabajo No Remunerado de los hogares equivale al 23,8% del PIB

Visibilizar esta realidad permitirá tomar decisiones políticas basadas en la integralidad de los aportes que hombres y mujeres realizan a la economía.

Actualidad 23/05/2023 Silvia Miño Silvia Miño
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Trabajo no remunerado

Se entiende por Trabajo No Remunerado aquel que realizan los integrantes de un hogar para su cuidado y el de las personas, así como el apoyo a otros hogares y el trabajo voluntario a la comunidad. Debido a su no remuneración, este trabajo no se mide regularmente, ni se incluye en el Sistema de Cuentas Nacionales, pero es indispensable para el funcionamiento del sistema económico y la vida en sociedad.

Para entender la dimensión y valorizar económicamente este trabajo, se requiere la información de las Encuestas sobre Usos del Tiempo, que identifican cuánto tiempo destinan los integrantes del hogar en las distintas tareas y así calcular su valor. Si bien existen distintos métodos para valorizar el tiempo destinado al trabajo no remunerado, el más difundido es el “método del costo de reemplazo” que asigna el valor del salario de quienes realizan tareas similares en el mercado laboral. En este sentido, se asigna al tiempo dedicado a las tareas domésticas, al cuidado infantil o al cuidado de personas en situación de dependencia, el salario de las trabajadoras domésticas, de las cuidadoras de niños y niñas en el hogar y de las cuidadoras de personas enfermas respectivamente, de acuerdo con las categorías disponibles en la clasificación de ocupaciones de la Encuesta Continua de Hogares.

Los propósitos son dar visibilidad y magnitud al trabajo no remunerado que representa más que cualquier sector de la economía, conocer el costo económico de suplir o realizar este trabajo en el sistema económico actual, relativizar los costos de la inversión en los sistemas de cuidados y, a partir de esa información, contabilizar los efectos multiplicadores de impulsar la economía del cuidado. Ello va a implicar también una revalorización de las tareas de cuidados, ya que actualmente su remuneración en el mercado laboral es baja porque están asociados a trabajos que se han realizado históricamente en forma no remunerada.

En Uruguay, antes de la pandemia se habían realizado dos encuestas sobre usos del tiempo en 2007 y 2013. Entre 2021 y 2022, gracias al apoyo del proyecto “Fortalecimiento de la respuesta socioeconómica con una perspectiva generacional y de género a partir de la promoción y análisis de políticas basadas en evidencia” del Fondo Fiduciario de Respuesta y Recuperación COVID-19 de las Naciones Unidas, se realizó un nuevo relevamiento impulsado y coordinado por el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y el Instituto Nacional de Estadística (INE) con el apoyo de Opción Consultores, ONU Mujeres y Unfp, y la asistencia técnica de la División de Asuntos de Género de Cepal.

Los resultados obtenidos muestran que el tiempo destinado por varones y mujeres al Trabajo No Remunerado (TNR) es equivalente al que se destina al Trabajo Remunerado (TR): 50,1% del tiempo total de trabajo es No Remunerado y el 49,9% es Remunerado. Sin embargo, la distribución de ese tiempo total difiere entre unos y otras, no sólo porque las mujeres cargan con una proporción mayor del trabajo total (54,8%), sino porque la mayor parte la dedican al TNR (61,4%) mientras los varones se dedican al TR (64,1%) [1] .

Es en esta desigual distribución y en la sobrecarga que genera en las mujeres donde reside uno de los nudos estructurales de las desigualdades de género que se evidencian, entre otros, en la desigual participación en el mercado laboral y en otros ámbitos de la vida social como el político, el sindical o el gremial.

Esta división también se evidencia en el tipo de tareas que realizan varones y mujeres en el trabajo no remunerado, donde los varones se dedican principalmente a las tareas de compras, gestiones externas y reparaciones del hogar, mientras las mujeres participan más en las tareas de preparación de alimentos, limpieza de la vivienda y de la ropa, y en el cuidado infantil.

El valor de ese trabajo no remunerado equivale a 14.361 millones de dólares, lo que representa el 23,8% del Producto Interno Bruto (PIB) del Uruguay. Las mujeres aportan el 16,0% del PIB y los hombres el 7,8%. Ello significa que lo generado únicamente por las mujeres representa más que toda la Industria Manufacturera (12,2%) y un porcentaje similar a lo que aportan “Comercio, alojamiento, suministro de comidas y bebidas” (15,6%) y “Salud, Educación, Esparcimiento, Otros servicios” (15,2%).

Las estimaciones realizadas para otros países de la región se ubican entre 15,9% en Argentina y 27,6% en México y en ese rango se incluye la valoración de países como: Chile (25,6%), Colombia (16%), Costa Rica (25,3%), Ecuador (19,1%), El Salvador (21,3%), Guatemala (19%) y Perú (20,4%).

Para continuar con este esfuerzo, durante 2023 la oficina de ONU Mujeres de Uruguay brindará apoyo al Instituto Nacional de las Mujeres y al Banco Central del Uruguay en el diseño de una propuesta técnica para la construcción de una cuenta satélite de trabajo no remunerado en Uruguay, lo que permitirá impulsar el reconocimiento y la visibilización de este trabajo y su integración al Sistema de Cuentas Nacionales.

Sólo así será posible tomar decisiones políticas basadas en la integralidad de los aportes que hombres y mujeres realizan a la economía y aprovechar al máximo los efectos multiplicadores de impulsar la economía del cuidado.

Antecedentes

Desde la década del noventa la comunidad internacional se ha comprometido a realizar estas valorizaciones e incluirlas en el Sistema de Cuentas Nacionales como cuenta satélite. Ello significa que se incorpore este trabajo al análisis económico, pero sin sobrecargar ni afectar al sistema central de cuentas nacionales. La revisión del Manual del Sistema de Cuentas Nacionales de 1993 incorporó esta posibilidad y tanto la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw) en su Recomendación General Nº 17 de 1991, como la Cuarta Conferencia de las Naciones Unidas para la Mujer de Beijing en 1995 comprometieron a los gobiernos a avanzar en este sentido.

A nivel de la región, estos compromisos se han visto reflejados en los consensos alcanzados en las distintas Conferencias Regionales sobre la Mujer organizadas por Cepal, desde el Consenso de Quito en 2007 hasta el más recientemente adoptado Compromiso de Buenos Aires en noviembre de 2022. Otras conferencias regionales como la de Población y Desarrollo de 2013 alcanzaron consensos para proceder a la construcción de las cuentas satélite e integrar esta esfera de la economía al diseño de las políticas económicas.

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