“La vida política no está en función del resultado, la vida política está en función de los ideales que usted persigue”.

Jorge Batlle Ibáñez - 25-10-1927 / 24-10-2016

20/09/2024Luis A. de MenezesLuis A. de Menezes
editorial

En un mundo donde la política parece estar cada vez más orientada a los resultados inmediatos y a la búsqueda constante de éxitos medibles, es esencial recordar que su verdadera naturaleza va mucho más allá de los números y las estadísticas. La política, en su esencia más pura, no es una carrera hacia la victoria electoral ni un ejercicio de poder a cualquier costo. Es, o debería ser, una expresión de los ideales que cada individuo y grupo colectivo busca manifestar en la sociedad.

La búsqueda de resultados ha transformado a muchos políticos en administradores de la inmediatez, preocupados por cómo serán percibidos en la próxima encuesta o por cuántos votos podrán sumar en las siguientes elecciones. 

Este pragmatismo exacerbado ha reducido la visión a corto plazo, enterrando los proyectos de largo plazo y olvidando que el verdadero cambio social suele tomar décadas o incluso generaciones. *¿Qué significa un éxito político si no está alineado con los principios éticos y morales que dan sentido a esa lucha?* Un logro basado en compromisos que erosionan la integridad no es más que una victoria vacía.

Algunas de las figuras más influyentes en la historia no lo fueron porque alcanzaron éxitos inmediatos o porque su popularidad estuvo siempre en alza. Al contrario, fueron quienes sostuvieron con tenacidad y coraje los ideales que perseguían, aunque las circunstancias no fueran favorables. 

Mahatma Gandhi no se guió por los resultados inmediatos de su lucha, sino por su profundo compromiso con la no violencia y la autodeterminación de su pueblo. *Nelson Mandela* pasó 27 años en prisión, pero nunca dejó de creer en su visión de una Sudáfrica libre de apartheid. Estos líderes sabían que la política es, antes que nada, una cuestión de principios, de ideales que se defienden con convicción, incluso cuando los resultados no se ven al corto plazo. El problema del enfoque resultadista en la política es que invita a concesiones y compromisos que, lejos de fortalecer a la sociedad, la debilitan.

Cuando la victoria electoral se convierte en el único objetivo, se sacrifican los valores que, en teoría, deberían guiar toda acción política. Los políticos empiezan a buscar alianzas que contradicen sus propios principios, ceden ante intereses de poderosos sectores, y ajustan sus discursos para agradar al electorado, dejando de lado sus convicciones profundas.
Pero la política, la verdadera política, no puede estar a la deriva de la opinión pública o de las cifras que arrojan las encuestas. 

*La política debe ser el vehículo de transformación social que actúa en función de los ideales que cada persona, partido o movimiento busca promover.*

Las batallas que se libran en el ámbito político deben estar motivadas por el deseo de un mundo mejor, más justo y equitativo. Un político que se guía por sus principios y sus ideales puede perder elecciones, sí, pero no habrá perdido su integridad ni la dirección moral que lo impulsa.

Es aquí donde se plantea el verdadero reto de la política moderna: ¿cómo equilibrar la necesidad de obtener resultados inmediatos con el compromiso de mantenerse fiel a los ideales que motivaron a entrar en la arena política? Es un desafío arduo, especialmente en una sociedad que exige cambios rápidos y visibles. Sin embargo, la respuesta radica en la capacidad de los políticos para mantenerse firmes en sus principios, a pesar de las presiones del momento.

*La historia juzgará no solo los resultados que alcanzamos, sino también el camino que elegimos para alcanzarlos.* 

Una victoria basada en concesiones morales no es un verdadero triunfo, sino una derrota de los ideales. Es necesario recordar que los grandes cambios sociales no nacen de la búsqueda desesperada por resultados inmediatos, sino de la perseverancia en la defensa de principios éticos y de la visión de un futuro mejor. 

Los resultados son importantes, sí. Pero los ideales son los que dan sentido a esos resultados. La política no debe reducirse a una mera competencia de números; debe ser una expresión de la lucha constante por los valores que uno cree esenciales para la vida en sociedad. La pregunta no es si ganamos o perdemos en el corto plazo, sino si hemos sido fieles a aquello que nos hizo emprender el viaje político en primer lugar.
      

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