

Antes, las sociedades vivían al ritmo del sol. Cuando caía la noche, se apagaba el día. Hoy en cambio, seguimos conectados y acelerados hasta la madrugada. Como consecuencia nos levantamos cansados, irritables y en automático.
El insomnio se volvió casi un compañero silencioso de esta generación. Nuestros abuelos no tenían pantallas en la mesa de luz ni notificaciones explotando antes de dormir. Su mente llegaba más “limpia” a la noche, sin el bombardeo de luces azules, redes sociales, trabajo pendiente o preocupación constante. Dormían más y mejor. Hoy, en cambio, nos acostamos con el celular en la mano y despertamos con la sensación de no haber descansado nada.
Lo más curioso es que todo esto pasó de a poco. Nos fuimos acostumbrando a dormir menos, a cortar el sueño.
Dormir no es un lujo ni un premio al final del día, es una necesidad biológica tan esencial como respirar o comer. Durante el sueño, especialmente en las fases profundas, ocurre un verdadero “mantenimiento general” del cuerpo. Las células se reparan, los tejidos se regeneran, el cerebro elimina toxinas acumuladas durante el día y las conexiones neuronales se reorganizan para consolidar recuerdos y aprendizajes.
El corazón reduce su frecuencia y su demanda metabólica, favoreciendo la recuperación del sistema cardiovascular. Las hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina descienden a niveles fisiológicos, mientras que aumentan hormonas reparadoras como la hormona del crecimiento y la melatonina, fundamentales para la regeneración tisular y la regulación del metabolismo. A nivel inmunológico, se incrementa la actividad de los linfocitos T, se optimiza la producción de citoquinas y se fortalece la respuesta inflamatoria controlada que el cuerpo necesita para reparar tejidos y defenderse de infecciones.
Dormir bien es uno de los moduladores más potentes del sistema cardiovascular, endocrino e inmunológico.
Este proceso es crítico desde el primer día de vida. Los bebés pasan la mayor parte del tiempo durmiendo porque su cerebro y su cuerpo están creciendo a una velocidad extraordinaria. En la infancia, el sueño sigue siendo clave para el desarrollo cognitivo, el crecimiento físico y la regulación emocional. En la adolescencia, ayuda a consolidar aprendizajes, manejar el estrés y sostener el estado de ánimo. Y en la adultez cuando solemos descuidarlo más el sueño es fundamental para mantener la memoria, prevenir enfermedades y sostener un envejecimiento saludable. A lo largo de toda la vida, sin excepción, dormir bien es una inversión directa en calidad y cantidad de años.


¿Y qué pasa cuando no dormimos lo necesario?
El sueño insuficiente altera prácticamente todos los sistemas del organismo. Aumenta la presión arterial porque el sistema nervioso simpático queda “encendido” más tiempo del que debería. Se desregulan la insulina y el metabolismo de la glucosa, lo que eleva el riesgo de diabetes tipo 2 y favorece el aumento de peso. El corazón trabaja bajo mayor estrés, incrementando la probabilidad de enfermedad cardiovascular. Incrementa la ansiedad, se reduce la capacidad de concentración, y la memoria se ve afectada porque el cerebro no logra consolidar adecuadamente la información del día. A largo plazo, la falta de sueño se asocia con deterioro cognitivo y mayor riesgo de demencia.
También aumenta la probabilidad de accidentes de tránsito y laborales, porque la velocidad de reacción cae a niveles comparables a los de una persona alcoholizada. Y a nivel inmunológico, el organismo queda más vulnerable quienes duermen menos de seis horas por noche se enferman más y tienen menor capacidad para recuperarse.
Consejos para Mejorar el Sueño
-Dormir y despertarse todos los días a la misma hora.
-Apagar pantallas al menos una hora antes de dormir. La luz azul bloquea la melatonina,
la hormona que induce el sueño.
-Convertí el dormitorio en un espacio para descansar: oscuro, tranquilo y con buena
ventilación. El cerebro tiene que reconocerlo como un lugar para dormir, no para trabajar ni
revisar el celular.
-Cenar liviano y evitar cafeína o alcohol a la noche. El sistema digestivo también
necesita descansar.
- Mover el cuerpo durante el día. La actividad física mejora la calidad del sueño más que cualquier medicación.
Si queremos una vida más larga, más sana y con menos enfermedades, empecemos por lo más simple y olvidado: aprender a dormir mejor. Es el único tratamiento sin efectos adversos, sin receta y disponible para todos.


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