

El trabajo es un motor complejo y la herramienta fundamental que activa y desarrolla el país, su economía, la sociedad y la de todos sus habitantes. El trabajo produce, hace a la dinámica social, económica y política. El trabajo organiza y desarrolla en todos los niveles, es vital. Ergo, sin trabajo no hay nada.
Sin trabajo la vida del país se hace muy dura, se pierde el equilibrio tan preciado para que haya armonía, paz, libertad. Todos, en algún momento de la vida estuvimos sin trabajo y nos tuvimos que bancar la rabia, la desesperanza, la impotencia. Seguro nadie ha olvidado ese tiempo infeliz.
Lograr un puesto de trabajo hace que la vida vuelva a tener sentido, una motivación, un desafío. La familia reflorece, la angustia se transforma, nos sentimos acogidos, y trasmitimos de nuevo la seguridad y confianza que habíamos perdido.
La vida en la familia crece en dignidad, el gobierno se siente orgulloso de que atiende, cuida y protege a sus fuerzas productivas, y el país crece. Para afirmar este cuidado, esta protección, se crean distintas leyes, los sindicatos se organizan y agrupan las distintas formas de trabajo. Todo esto confluye en la Central de Trabajadores PIT-CNT. A nivel internacional la OIT Organización Internacional del Trabajo, de la ONU, regula las condiciones de trabajo y promueve la creación de nuevas oportunidades laborales y un equilibrio entre las partes tendiendo a una necesaria justicia social. Otra parte de este equilibrio es el Ministerio de trabajo con igual enfoque.
La mayor ambición de estas instituciones es conseguir que las fuerzas se alineen con lo que a todos beneficia. Es posible?. La dificultad se da cuando alguna de estas fuerzas quiere mantener el papel de mayor predominancia, cada una de ellas en su proceso deben de aprender a aceptar y reconocer sus límites más allá de sus razones, en aras de un ganar-ganar, que genere una armonía necesaria para el desarrollo.
Los sindicatos no nacen desde un perfil de búsqueda de equilibrio, sino de lucha por los derechos del trabajador. Este es un mundo de asimetrías económicas donde los trabajadores han tenido que llegar a enfrentamientos muy graves y consideran que la fuerza o presión es única manera de ganar. Defienden su rol protagónico, agresivo, por momento autoritario, planteando que los sindicatos amarillos o flojos no sirven.
Si es complejo el manejo sindical, lo grave es el enfoque del trabajador en su tarea. Alineado por su sindicato desconfía de su empleador, no busca rendir más para ganar mejor. Se siente explotado por su patrón cuando este le pide trabaje unas horas más para terminar la tarea. En el campo se da una situación particular. Los días buenos deben ser aprovechados, y si se comienza una tarea lo mejor es terminarla, tanto por los animales, como por los plantíos. Esto lleva a que los días buenos se extiendan las horas de trabajo. Es más oportuno un básico de 40 hs semanales y no insistir que sean 8 hs/diarias. Parece lo mismo, pero no es lo es. Después de ocupadas las 40 hs/sem, se pasa a cobrar las “horas extras” en muchas oportunidades. En las semanas de lluvia y frías, de las 40 hs semanales básicas, se trabajan menos pero obvio el básico se cobra siempre como corresponde.
Valoramos la dedicación del trabajador a su tarea. Sentimos su orgullo por el trabajo realizado, el compromiso asumido, el resultado se logrado. Un trabajo bien realizado es destacable, gusta a todos. A veces, también, solo se está trabajando por la paga, es entendible pero no aceptable el buscar toda oportunidad que lo distraiga de la tarea.
En el Siglo XIX comienzan en EEUU. En Chicago, en 1886, los trabajadores ocupan una fábrica como protesta contra las 16 hs diarias de trabajo que realizaban. Reprimidos de forma violenta, sangrienta, algunos son muertos y otros después fueron ajusticiados. A partir del 1 de Mayo del 1913, que se los recuerda como “los mártires de Chicago”. Es bueno cuidar no olvidar la barbarie de otros y así como tampoco las nuestras. Sirve para humanizarnos. Es bueno crecer a partir de nuestros errores y de los errores de los otros, y ser distintos, transformarnos, ser aquello de: tan ilustrados como valientes!.
El trabajo es dignidad y un esfuerzo calificado. Aristóteles, 350 a.c. decía: “Somos lo que hacemos día a día. Por esto la excelencia no es un acto, sino un hábito”.
Qué frase, cada palabra meditada, profunda, irrebatible. Además es excelente porque está libre de pecado: no es de derecha, ni de izquierda.
Considero que el país reconoce en los sindicatos una herramienta fundamental del sistema político democrático, y más si promueven en el trabajador el valor intrínseco del trabajo, el esfuerzo integrado por el bien de todos, o sea: el bien para el país.
Agradezco a los amigos de La Noticia la publicación de estas reflexiones





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