Aparicio Saravia

Opinión31/08/2023 Por Dr. Daniel Volpi Avedutto
Daniel Volpi web

Se trata de uno de los Caudillos más importantes de la colectividad blanca. Nació en Cerro Largo en 1856 y murió en Rio Grande do Sul en 1904. 
  Fue el cuarto hijo del matrimonio de Francisco Saraiva (que era el apellido original) y Propicia da Rosa, conocida como “doña Pulpicia”. Se trataba de un matrimonio de destacada posición económica ya que tenían importantes propiedades a ambos lados de la frontera.
  A los 14 años Aparicio participó en la Revolución de las Lanzas (1870 – 1872). En 1875 se integró junto a dos de sus hermanos a la Revolución Tricolor con las tropas de Ángel Muñiz. En 1886 se integró a la Revolución del Quebracho.

aparicio saravia

  Fue un hombre profundamente comprometido con el Partido Nacional, por entonces enfrentado al gobierno que presidía Juan Idiarte Borda, heredero de la política llamada “influencia directriz” que tendía a monopolizar el poder en manos del Partido Colorado.
  Encabezó en los últimos años del siglo XIX y principios del siglo XX, la lucha del Partido Nacional en defensa del derecho de la oposición a coparticipar en el ejercicio del poder político. Su liderazgo de tipo caudillista, arraigado a varios departamentos y en la zona fronteriza, dotó a su partido de una gran capacidad de movilización que se hizo evidente, en ocasión de las revoluciones de 1897 y de 1904.

  Mañana 1º de Setiembre se recuerda un año más de que este Caudillo se cayera herido de bala en Masoller. Decir que fue alcanzado por una bala perdida es un  error, fue una bala bien premeditada y bien tirada por un francotirador argentino contratado por José Batlle y Ordóñez, un francotirador que vino a engrosar las filas del Ejército Nacional y que vino para matar al Caudillo y Líder de la Revolución.

  Soy un convencido que esa bala no mató solamente a un hombre, mató un proyecto de país descentralizado en serio, totalmente opuesto al país que se dio, donde la cabeza de todo es Montevideo y para las cosas más importantes terminamos muriendo en la Capital, parafraseando al siempre recordado cantautor Pablo Estramín.
  Al recordar al Caudillo caído en Masoller la primera imagen que viene a la mente es la del guerrero, vertical en su cabalgadura, en medio de banderas desplegadas sobre lanzas y el humo de las descargas. Pero no solo en los campos de batalla el “Águila Blanca del Cordobés” voló a la altura de los mejores, demostró ser una gran persona en todos los ámbitos de su vida y es reconocido como un ser humano con grandeza.

  Su carisma lo llevó a ser identificado por los gauchos como un montonero más, no como General. Tuvo la grandeza y la humildad de llamar de “Compañero” hasta al más humilde de los gauchos. 
  Recordar a Aparicio para los gauchos es sagrado, porque su legado dejado pone de manifiesto a un hombre que se hizo respetar junto a sus gauchos que tanto admiraron al “Cabo Viejo”, por hacer valer los derechos que eran vulnerados. Esos gauchos, esos baqueanos que no podían votar ni ser oídos se veían representados por este Caudillo que luchaba por un ideal de Justicia, de Libertad y por los Derechos, Deberes y Garantías para todos los ciudadanos.

  Sacrificó todas sus cosas materiales cuando ofreció al Honorable Directorio del Partido Nacional los títulos de sus tierras a los efectos de financiar la Revolución, en 1897. Allí dijo que prefería dejar a sus hijos pobres pero con Patria en vez de ricos y sin ella. Este gesto me lleva a asimilarlo con el más grande de los Orientales, Don José Artigas, quien también siendo estanciero renuncia a honores, bienes y riquezas y se muere en un rancho humilde de Paraguay.

  Aparicio  nos ha dejado su legado a todos los uruguayos. No necesitamos traer héroes de afuera como Ernesto “Che” Guevara (por ejemplo). Lo digo con todo respeto. Para qué importar caudillos de afuera si tenemos a un gran Caudillo?. Si bien pertenece al Partido Nacional es patrimonio de todos los orientales. Es el Saravia de Masoller, el que muere en un rancho pobre del Brasil el 10 de setiembre de 1904.

  Debe quedar claro también que la historia nos dice y hay pruebas de que Aparicio fue traicionado por algunos blancos en 1904. Eran de su bando pero prefirieron apoyar a Pepe Batlle en las elecciones. Esos blancos traidores liderados por Acevedo Díaz. A esos traidores Aparicio los llamó “Calepinos” haciendo alusión a un caballo argentino al cual lo pintaban a cada rato para cambiarle el color.

  Quienes nunca lo traicionaron fueron sus gauchos, hombres y mujeres de nuestra campaña, del interior, que ofrendaban sus propias vidas siguiendo los ideales del caudillo. 
  Debe quedar bien claro a los uruguayos que su ofrenda no fue por una divisa, su ofrenda fue “Por la Patria”.

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