

El 23 de Octubre de 2000 se descubrió en Artigas que en un predio de Colonia Rivera había Aftosa. El Dr. Alfredo Acosta, Médico Veterinario, dió a conocer este hecho y de inmediato las autoridades del MGAP adoptaron las medidas que exige la Ley N° 16.082.
La reacción del gobierno con el Presidente Jorge Batlle no se hizo esperar e inmediatamente en el Regimiento de Caballería N° 10 se montó un comando y fueron enviados los soldados a aplicar el rifle sanitario a sacrificar a todos los animales del predio de foco aftósico. Aplicando la ley corresponde sacrificar a todos los animales del campo, con excepción de los caballos. La primera orden fue de sacrificar a animales del predio del foco y seguidamente de predios linderos y tras linderos. Pero a 2 días después las medidas fueron más duras y pasaron a sacrificar a los animales ubicados a 5 Kms de radio a partir de mencionado foco.
Los animales sacrificados eran enterrados en unas fosas gigantes ubicadas en el campo de la Escuela Agraria ubicado allí en un predio lindero al del foco.
Las medidas del gobierno ameritaron aislar la zona y entonces la Policía cerró los accesos a Colonia Rivera instalando controles en el puente de arroyo Tamanduá, camino del Aeropuerto y en la Comisaría de Seccional Policial 12 donde está el otro acceso en la intersección de Ruta 30 y camino vecinal 18 de Julio. Se dió una especie de privación de libertad a los moradores de ese paraje. Era prohibida la entrada y la salida, salvo fuerza mayor probada.
Muchos moradores de la zona se quedaron sin los víveres. La mayoría vivía el dia a dia con esa rutina del lechero que venía a la ciudad todos los días y se llevaba las provisiones de alimentos para el hogar. La situación se tornó desesperante. Eran pocos los productores privilegiados que contaban con servicio de telefonía ruralcel o un celular que les permitiera llamar a las autoridades y explicarles la situación.
Quien cumplió un rol muy importante en esa situación fue la prensa quien al enterarse de la declaración de la Colonia Rivera en zona de exclusión enseguida comenzó a trabajar en la búsqueda de colaboraciones para los moradores afectados. Debo resaltar la ayuda de este prestigoso diario La Noticia, quien recibía cartas de vecinos de la zona y las publicaba; así como también el semanario Propuesta dirigido por el Sr. Miguel Irrazábal; aquellos programas radiales conducidos por Miguel Díaz en Frontera, Beatriz Fernández en Cuareim y Javier Bertalot en La Voz de Artigas, entre otros.
Las muestras de solidaridad para con la gente afectada fueron una maravilla. Enseguida comenzaron a trabajar Rotary, Mader, Club de Leones, Mujeres Cristianas y tantas personas en el anonimato. Consiguieron muchas canastas familiares que las llevaban a los lugares de accesos y allí algunos productores con sus familias se encargaban de levantarlas y luego distribuirlas en la zona.
A 10 días después aparecieron las canastas de INDA enviadas por el gobierno en aviones de la Fuerza Aérea Uruguaya, y la Dirección de Desarrollo Social de la Intendencia con mucha responsabilidad instaló 3 almacenes provisorios en la zona a los efectos de la distribución de los alimentos a todas las familias afectadas. Sin perjuicio de que la gente de la ciudad seguía colaborando con los productos de limpieza. También debemos destacar la colaboración de AEBU quien desde el primer momento estrechó su mano a la zona.
Los productores lecheros de la zona en su gran mayoría eran pequeños. Vivían el día a día y contaban con pocas vacas que hasta nombre tenían. Uno de ellos era mi abuelo materno. Los animales para muchos moradores eran también mascotas.
También existían pequeños productores de ovinos que vivían de las ventas de corderos y la lana, con animales también considerados como mascotas.
A esos productores humildes el rifle sanitario les afectó mucho su estado de ánimo; varias familias tuvieron que pasar por los psicólogos y psiquiatras. No era fácil volver a empezar.
En esa época existió la censura de prensa en la prensa capitalina y por lo tanto una violación a la libertad de expresión consagrada en la Constitución. No podíamos decir que las cosas andaban mal en Colonia Rivera, por favor; lo que aparecía en la prensa capitalina era que todo estaba bien, con productores conformes con las tasaciones y que habían agarrado buena plata por el sacrificio de animales. Pero no se trataba de “buena plata”, se trataba de lo justo. Las tasaciones se dieron basadas en los precios del mercado, nada más.
Recuerdo que en una ocasión ingresó de forma clandestina un periodista de Revista “Tres” que hizo un gran relevamiento fotográfico y habló con varios vecinos, grabó. Armó un gran material y se fue muy satisfecho a la capital. Al llegar allá los directores de esa revista le seleccionaron el material y publicaron lo que les convenía. Claro, esa revista era alineada al partido del gobierno y por lo tanto oficialista. Por eso hay muy pocas fotografías que registraron el holocausto animal más grande de la historia del Uruguay; las que aparecen son algunas de los anmales muriendo dentro de las fosas rodeadas de soldados como si fuera una guerra.
A mi nadie me comentó. Lo viví en carne propia junto a mi familia y los vecinos.




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