Bella Unión: promesas de alto vuelo, whisky y funcionarios municipales.

¿Y si brindamos por la dignidad perdida?

Política01/05/2025Luis A. de MenezesLuis A. de Menezes
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En tiempos de campaña, ya nada sorprende. O mejor dicho: sí, siempre hay margen para el asombro, sobre todo cuando los candidatos deciden dejar volar su imaginación a niveles donde el sentido común ni siquiera logra hacer escala técnica. Esta vez, el premio a la promesa electoral más delirante se lo lleva, sin dudas, la propuesta de una whiskería municipal, lanzada sin tapujos por el señor Elton Silva, candidato a alcalde por Bella Unión con la Lista 28-A, que responde al sector de Emiliano y Vale (sí, los mismos de la 2525).

No estamos exagerando. No es un sketch de humor ni un fragmento de cámara oculta. Lo dijo, lo repitió y lo defendió como si hablara de un centro de convenciones o un plan de vivienda. “Una whiskería con chicas que trabajen ahí, como funcionarias municipales”, explicó con la tranquilidad de quien anuncia una nueva plaza o un caif.

Porque claro, nada dice “desarrollo local” como un boliche financiado por fondos públicos donde, por si faltara algo, las trabajadoras serían empleadas de la Intendencia. Una iniciativa que, sin duda, sería la envidia de cualquier plan de equidad de género y reforma del Estado.
Pero tranquilos, no habrá impacto en las arcas municipales, porque el candidato promete “poner plata de su bolsillo” para “mandar a hacer”. O sea, una obra de amor patrio y presupuesto personal. Eso sí, los detalles son reservados, porque según confesó, no quiere que otros políticos le copien la idea. Tal vez tema que alguien lance una disco municipal o, por qué no, un casino itinerante con licencia comunal.

El apodo del candidato, “El Rata” —que incluso aparece en su lista como dibujo— parece haber sido adoptado con orgullo. Y vaya si tiene sentido: en esta campaña en la que todo vale, la picardía electoral es moneda corriente, aunque a veces se confunda con irresponsabilidad o, directamente, con un insulto a la inteligencia del votante.

Ahora bien, el contexto no puede ser ignorado. Esta pintoresca idea se suma a un repertorio clásico de cada elección: las termas que nunca fueron, el shopping fantasma que “dará mano de obra a los artiguenses” (algún día… en otro siglo, quizás), el autódromo multievento, que parece más útil para los sueños húmedos del marketing que para los pedales del ciclismo local como lo imagino un Edil.

Cada cinco años renacen como flores de plástico en el desierto: relucen, pero no crecen. Y en ese jardín de promesas, la whiskería municipal se abre paso con fuerza, porque ya no se trata de prometer trabajo o salud: se promete entretenimiento con uniforme público y subsidio implícito.
La pregunta no es si Elton Silva cumplirá. La verdadera pregunta es: ¿qué hemos hecho para merecer este nivel de desprecio por la función pública y la ciudadanía?

Brindemos, sí. Pero no con whisky, ni en la whiskería municipal. Brindemos con agua, a ver si al menos refrescamos un poco esta campaña que, a fuerza de disparate, solo logra empaparnos de vergüenza ajena.

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