33 millones de dólares, 14 familias y una mansión: el campo del pueblo… que no verá el pueblo

Opinión19/05/2025Luis A. de MenezesLuis A. de Menezes
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Hay que decirlo con todas las letras: el Instituto Nacional de Colonización acaba de regalarle a la sensatez un fin de semana largo sin retorno. Porque solo en Uruguay —ese país donde el surrealismo dejó de ser un movimiento artístico para transformarse en política de Estado— es posible que se gasten 33 millones de dólares en un campo para 14 familias. Sí, leyó bien: catorce. No catorce mil. Catorce.

A ese precio, cada una de las parcelas ronda los dos millones de dólares. ¿Qué nos dan a cambio? Campo pelado, cero infraestructura, una estancia con mansión incluida (¿habitación con jacuzzi o sin?) y una promesa: que algún día, con más inversión (pública, por supuesto), se volverá “productivo”.

¡Qué generosidad la del contribuyente uruguayo! ¡Qué filántropos somos sin saberlo! Uno pensaba que pagar impuestos era para tener seguridad, salud, educación… Pero no. Es para financiar una especie de reality rural sin cámaras, donde los colonos se disputan a ver quién logra no fundirse primero con 300 hectáreas de tierra improductiva.

Y ojo, no es que uno esté en contra de dar oportunidades. Pero esto no es una política social, es un chiste sin remate. ¿Cómo no vamos a tener pobreza si el Estado gasta como si estuviera en una feria de caviar? ¿Cómo no vamos rumbo a la miseria si la lógica de gestión es la misma que la de un adolescente con tarjeta de crédito ajena?

La senadora Graciela Bianchi lo dijo con claridad brutal: con “la mía y la suya”, el Estado compra campos carísimos para garantizar que 14 familias tengan un futuro… incierto, tirando a inviable. Porque seamos honestos: sin tecnología, sin inversión privada y sin escala productiva, lo que se está garantizando no es soberanía ni arraigo rural. Es fracaso asegurado con plata ajena.

Y mientras tanto, los hijos y nietos de muchos uruguayos —bien formados en centros educativos que aún creen en el mérito y la excelencia— planean irse del país a buscar oportunidades que aquí, entre parcelas y populismo, cada vez escasean más.

¿Es exagerado hablar de rumbo a Venezuela? Tal vez. Pero cuando los gobiernos empiezan a gastar fortunas para sostener símbolos ideológicos en vez de resultados concretos, la historia muestra que el barranco no tarda en llegar.

En fin, si algún día ve una mansión perdida entre las cuchillas de Florida, con una bandera del INC flameando y 14 familias peleando contra la improductividad, recuerde: usted también la compró.

Y si aún cree que “todos somos iguales”, le invito a preguntarse: ¿usted también tiene una estancia de 33 millones esperándolo?

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