

Por el Lic.Prof. Nelson Borges
En la antigüedad, los bárbaros (mote distintivo a los pueblos extranjeros) se los temía y conocía superficialmente, por sus invasiones implacables, arrasando civilizaciones sin piedad ni reflexión.
Hoy, acá, en pleno siglo XXI, me pregunto si no hemos vuelto a una era similar, pero con hordas digitales.
No tenemos espadas ni saqueamos ciudades, pero nuestras reacciones impulsivas en las redes sociales parecen tener ese mismo espíritu.
Repitiendo historias de antaño, donde la reacción prevalece sobre el pensamiento crítico, y lo volcamos todo en el vasto campo de batalla que son las plataformas digitales.
Pienso en cómo, a pesar de los avances tecnológicos, seguimos siendo esclavos de los mismos instintos que guiaban a nuestros ancestros.
Me viene a la mente la caída de Roma, cuando las hordas bárbaras no solo destruyeron murallas, sino también el tejido social de una civilización.
Hoy, en lugar de murallas, derribamos reputaciones y relaciones con un simple comentario o un retweet.
La tecnología nos ha dado un megáfono, pero no siempre la sabiduría para usarlo. Y en eso, yo mismo hago autocrítica.
También he caído en esa trampa: cuántas veces he leído una noticia que me indignó y, sin verificar su veracidad, lo he compartido con furia, solo para darme cuenta después de que me había precipitado. Aunque de repente ya era tarde, ya había hablado sin pensar.
Un ejemplo claro es el fenómeno de la cancelación en redes sociales. Es como una turba moderna, armada no con antorchas, sino con hashtags y palabras afiladas.
Hace poco vi cómo varias figuras públicas, de diferentes pensamientos, ideas, y lugares, fueron atacadas sin piedad.
La reacción siempre es instantánea, miles de personas, incluyéndome casi a mí, estuvieron a punto de sumarse a la avalancha de críticas sin detenerse a preguntar si había más en la historia.
Me detuve justo a tiempo y me puse a pensar ¿Es justo esto? ¿Hay contexto? No.
Estaba a punto de repetir la historia, de actuar como un bárbaro digital sin pensar.
Y las redes sociales no ayudan. Su inmediatez nos empuja a responder al instante, como si estuviéramos en un coliseo virtual donde el público exige acción y nosotros, gladiadores improvisados, sentimos la presión de complacer.
Pero aquí todos jugamos ambos roles, somos agresores y víctimas al mismo tiempo.
He estado en los dos lados.
He escrito cosas en el calor del momento que luego lamenté, y he recibido ataques que me dejaron sintiéndome solo e incomprendido.
Es un ciclo agotador.
Esta barbarie digital nos está costando caro. Nos divide, nos pone en bandos y nos aleja.
Olvidamos que detrás de cada perfil hay una persona real, con sus luchas y sus razones.
Podemos romper este patrón si aprendemos a hacer una pausa.
Imagino un escenario, donde pausemos...No es fácil, lo admito.
Requiere esfuerzo, pero es posible.
No está bueno repetir historias.
El pasado nos enseñó que las civilizaciones son frágiles, hoy, nuestra civilización digital lo es igual.
Yo, elijo pensar antes de actuar. ¿Y vos?
Abrazo fuerte
Nelson


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