Cuando el sol brilla, brilla para tod@s

Actualidad10/10/2025 Lic. Prof. Nelson Borges
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Hay verdades tan simples que ese griterío fofoquero cotidiano nos hace olvidar.
Una de ellas, que para mí es muy importante, es la que reza el título, cuando el sol brilla, brilla para todos.
No distingue, nunca entre el rico y el pobre, entre el que triunfa y el que apenas comienza, entre el que aplaude y el que se queda en silencio, que muchas veces soy yo mismo.
La luz, no se negocia, no se compra ni se reparte por méritos, simplemente está, generosa y disponible.
Peeeero, vivimos en una época donde el acecho a la vida ajena se disfraza de juicio, de sarcasmo o de crítica disfrazada de opinión. Muy, muy disfrazada, casi imperceptible.
A mi, se me hace difícil distinguir la mala leche y las malas intenciones entre el lenguaje adornado de muchos…
Es fácil encontrar a quien mira el logro ajeno con molestia, como si el éxito de otro fuera una sombra sobre su propia vida. 
Pero la esa emoción que nunca admite su nombre, no la pienso nombrar más, y ya saben cuál es, no te lleva a nada. 
Es más, te consume energía, envenena la mirada y endurece el corazón.
Querido lector, esa emoción tiene un efecto curioso, cuanto más se siente, menos se vive. 
Uno se queda atrapado mirando la vida de los demás, comparando, descontando méritos, mientras el propio camino se detiene. 
Es como quedarse de espaldas al amanecer, quejándose del frío, en lugar de girar para dejar que la luz te toque.
El brillo de otra persona, no te roba nada a vos, jamás.
No hay menos sol porque alguien más esté bajo el.
De hecho, cada vez que celebramos el logro ajeno, también nos acercamos a la posibilidad de tener el nuestro. 
Y creo, yo, porque lo hago, que admirar es crecer. Aprender del otro es multiplicar.
Y aplaudir con sinceridad es una forma de agradecer que aún tenemos la capacidad de reconocer lo valioso.
Lo otro es mirar hacia el costado, progresar es mirar hacia adelante. 
Las personas que realmente avanzan no pierden tiempo contando los pasos de los demás. 
Entienden que el éxito ajeno no es una competencia, sino un testimonio de que se puede. Y cuando uno comprende eso, la vida se vuelve más liviana, más luminosa.
Muchos sienten que si el otro brilla, ellos quedan en la sombra. 
Pero la luz no funciona así. La luz se comparte. Ilumina caminos, no los divide. Y cuando uno aprende a desear el bien al otro, algo cambia internamente: desaparece la tensión, la comparación, el resentimiento… y empieza a surgir una paz que solo tiene quien camina con honestidad y propósito.
Por eso, cuando veas a alguien triunfar, no cierres los ojos. No minimices, no sospeches, no envi…
Mejor preguntate: ¿qué puedo aprender de eso? ¿qué puedo hacer yo, desde mi lugar, para seguir creciendo?
Porque cuando el sol brilla, brilla para tod@s.
Y si te animás a levantar la mirada, descubrirás que también hay luz reservada para vos.

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