Las ciudades son como su gente, polifacéticas, alineadas y contradictorias. Hablemos de Montevideo, de la capital del país. De la ciudad más importante porque cuenta con casi una mitad de la población del país. Una ciudad que lo concentra todo: economía, educación, salud, política y es además la base histórica de construcción de la república.
Es sin duda un orgullo tener como capital una ciudad hermosa por su costa, por sus parques y sus plazas, por sus jardines, su arquitectura. Allí fuimos a estudiar, allí nos formamos, en gran medida lo que somos nace de esas experiencias compartidas, de los buenos ratos con amigos, de crecer a su medida.
El montevideano es un personaje polifacético, por momentos arrogante que te hace sentir que es el dueño de la cancha y de la pelota, pero en otros es un bohemio, buen amigo, sencillo, cuentacuentos.
Este año Montevideo inicia una fiesta por sus 300 años, donde resalta sus cualidades, su alegría y su significado para el país todo. Aleluya. Sin embargo el resto del país mira bastante perplejo toda esta fiesta. Montevideo no ha logrado hacernos sentir que esta sea una fiesta del país todo. Nos pasa algo parecido a lo que sentimos en un velorio ajeno…, lo sentimos de lejos, además de que “se van disfrazados de santos”…
Me he quedado pensando en porqué siento esto. Yo, como tanta gente del interior, estoy agradecido por todo lo que Montevideo aportó a mi vida, pero me pasa algo jodido: no logro sentirme parte, siempre marcó que no era de allí, no logré sentir ser familia, la misma familia…. y los que eligen quedarse, se van mimetizando, no pueden evitar que la gran ciudad los ha ido tragando.
El ser humano nace egocéntrico, crece egocéntrico y puede vivir toda la vida siendo un egocéntrico, Es parte de nuestra “naturaleza” utilizar a otro para nuestros fines. Para dejar de ser egocéntricos hay que hacer un esfuerzo trascendente de apertura hacia el otro, de reeducación, ser capaz de ponerme en sus zapatos, sentir la vida y el sufrimiento del otro. Solo dando, entregando ese espacio, realmente amamos.
Obvio, tenemos que aceptar en primer lugar que el otro existe, que lo necesito, que si el otro no existe yo tampoco existo. Esta es la base de la igualdad, del respeto mutuo. Es más, aceptar al otro no solo como una necesidad sino como un compañero de ruta, de camino, un espejo donde mirarme, el salvador de mi locura y de mi soledad. El ser humano solo no existe, desaparece, la falta de amor nos transforma en viejos amargos, resentidos, secos.
Estos 300 años de Montevideo nos muestra lo que el centralismo, ese egocentrismo capitalino le ha hecho de bien y mal al país. No es el momento de pasarnos cuentas, es el momento de aprender, de evolucionar, de cambiar, de hacer que Montevideo sea la capital de la república, del país de todos. En 300 años, ha mantenido un centralismo desproporcionado, donde no ha habido más que alguna manifestación política, por intención de votos, de buscar promover el interior en algunos aspectos.
Montevideo fue fundada por la Monarquía española (1724/26), como puerto y con un fin militar de defensa contra una posible invasión portuguesa además de parte del Virreinato del Río de la Plata. Evoluciona siendo fiel a España, tanto que es reconocida por la Corona como la “muy fiel y reconquistadora”.
En la revolución de 1810/15, Artigas se levanta en armas contra Montevideo, es proscripto, y se pone precio a su cabeza. Su retiro al Paraguay es bien significativo de esta situación particular. Recién en la Cruzada Libertadora (1825/30), Montevideo pasa realmente a ser parte de un país que se construye con un nuevo perfil.
El centralismo montevideano no ha promovido la necesaria unidad política y valorar el aporte económico que el interior hace al país. Chocamos en lugar de sumar. Pero el “interior” no duerme, se ha venido desarrollando en lo económico y lo agropecuario, y son más las inversiones extranjeras que las promovidas por los gobiernos propios. La unidad debe de ser una política de estado. Es hora de acortar distancias!! De aceptar las diferencias y hacer que los orientales seamos todos!.